jueves, 9 de febrero de 2012

Las cartas

Desde la muerte de su madre, Isabel no se había sentido con fuerzas de volver a aquel piso donde había vivido su niñez, donde habitaban tantos recuerdos y por desgracia, primero su padre y luego, con unos cuantos años de diferencia, su madre, habían dejado de existir.

Pero aquel día, un par de meses después de la muerte de su madre, Andrea, y tras mucha insistencia por parte de su marido, reunió las fuerzas suficientes para volver a su antiguo hogar. Y allí estaba, de pie, junto a la puerta del portal del edificio buscando dentro de ella las fuerzas necesarias para meter la llave en la cerradura y entrar en el bloque de apartamentos.

- Ánimo que tu puedes - se dijo más alto de lo que deseaba, puesto que algún transeúnte de los que pasaban en ese momento había girado la cabeza hacia ella. Al darse cuenta, ruborizada, bajó la cabeza, metió la mano en el bolso para buscar las llaves y, cuando encontró la adecuada, la introdujo en el engranaje y, atropelladamente, entró en el portal.

Sin enterarse se encontró en la puerta del piso sin atreverse a entrar.Los recuerdos se agolpaban en su mente al mirar aquella puerta que tantas veces en su vida había abierto y cerrado. Volvió a verse cuando era niña y salía los domingos a pasear de la mano de sus padres. También un poco más mayor, cuando ya la dejaban salir con las amigas a tomarse un chocolate en la plaza mayor. El día de su boda, saliendo por esa misma puerta henchida de orgullo agarrada del brazo de su padre. Y miles de imagenes más que pasaron por delante de sus ojos en un instante.

Movió la cabeza a un lado y al otro rápidamente con la intención de despejar su cabeza y liberarla de tantas diapositivas que habían aparecido revueltas de una manera tan inesperada. Se atusó el pelo para colocarselo y cruzó el umbral.

Y allí se topó con todo. De nuevo todo aquello que instantes antes había intentado apartar de su cabeza volvió con la fuerza de un torrente en primavera haciendo que todo lo que veía comenzara a emborronarse perdiendo su forma original como en un día lluvioso o un cuadro de Monet. Las lágrimas se habían abierto camino por el maquillaje que tan minuciosamente se había puesto por la mañana dejando grandes surcos en sus pómulos y mejillas y corrian a placer goteando en su barbilla. Avanzó tambaleándose como pudo y se sentó en una silla donde terminó de derrumbarse al contemplar en un cuadro la fotografía, en blanco y negro, de sus padres.

Cuando se tranquilizó un poco fue al baño a secarse las lagrimas y lavarse un poco la cara. Mas compuesta recorrio las habitaciones del piso. Entro en la cocina, el salón las alcobas y las encontro demasiado vacias y silenciosas. No podia creerse que su madre no estuviese en alguna habitacion....
Escucho un ruido a su espalda, su pelo se erizo y de un respingo se dio la vuelta y vio la puerta del estudio abierta. Algo extraño porque estaba segura que la habia cerrado minutos antes.

Extrañada abrió, completamente, la puerta y de un vistazo recorrió toda la habitación. Entonces se dio cuenta de algo que antes le habia pasado desapercibido. En la mesa, desparramados, había unos cuantos sobres de cartas. Se acercó al escritorio y vio a medio terminar habia una hoja escrita con la letra de su madre.
-Una carta a medias,¿qué podrá ser esto..?- El corazón se le aceleró mientras se sentaba para leerla.

" 26 de Junio de 1952

Querido Julián.

Hoy es nuestro triste aniversario. No sé si te acordarás, pero se cumplen 50 años desde que mi padre nos encontró en el pajar de tu abuelo. Como siempre, en todos estos años, intento ponerme en contacto contigo para ver qué ha sido de tu vida en todo este tiempo mientras me pregunto qué hubiera pasado si mi padre no nos hubiera encontrado aquel día. O cómo habría sido nuestra vida si hubiera tenido fuerzas suficientes de plantarle cara y habernos fugado lejos de allí.O tantas cosas que podría haber hecho.... Pero no, no tuve fuerzas suficientes y dejé que tú cargaras con todas las culpas. Hasta te acusé de que me habías obligado a ir allí delante de mi padre. Pero no puedes imaginar el miedo y respeto que le tenía. Era joven e ingenua...

Desde el primer momento que desapareciste de mi vida me arrepentí de todo lo que había hecho por salvarme y, desgraciadamente, condenarte. Pasé demasiado tiempo encerrada en mi habitación, sin apenas comer, sin salir, sin vida. En aquella época, tú eras mi única razón de vivir, mi sustento, y te había dejado partir. Contigo había aprendido a sonreír, a soñar despierta horas y horas, a disfrutar del silencio de tu compañía, a ver el otro lado de las cosas. Descubrí por primera vez el amor.

No sé si te acordarás de mí, si me tendrás presente, como yo a ti, prácticamente todos los días. Te imagino feliz, rodeado de nietos e hijos y con la vitalidad que tenías en aquella época aún intacta.

Ahora en el casi final de mi vida desearía cambiar todo lo que tengo por verte una última vez, por sentirte otra vez en mis brazos, notar el calor que desprende tu cuerpo, llenar mis pulmones de tu olor, ser tuya de nuevo aunque sólo sean unas horas..."

Todos los demás sobres estaba cerrados. El olor característico que desprendían era el perfume de su madre. Algunos amarilleaban por el tiempo que llevaban escritos y otros,sin embargo, el color blanco del papel delataban que el tiempo que llevaban escritos no era tan largo. Todos estaban dirigidos a la misma persona, Julián. Los más antiguos también tenían escritos, además del nombre, una dirección, pero los más actuales simplemente llevaban grabados

Al terminar de leer la carta, Isabel, sintió la curiosidad que conocer el contenido de todas las demás, pero se contuvo. Recogió los sobres y la cinta de seda que los había mantenidos unidos durante todo el tiempo que habían permanecido escondidos. Se levantó de la silla y salió de la habitación, del piso y del edificio pensando qué hacer con los secretos de su madre.

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