miércoles, 25 de abril de 2012

La mazmorra

Al despertarse sintió un profundo pinchazo en la cabeza que aplastó el cerebro obligándole a cerrar de nuevo los ojos por un instante. Al volver abrirlos y acostumbrarse a la penumbra del lugar, a pesar de que la cabeza le martilleaba, vio que huesos y vísceras llenaban el suelo de la habitación rodeándole por todas partes. Sentado como estaba podía ver tibias astilladas, húmeros sin cabeza, trozos costillas pegadas a algún esternón o a partes de columnas vertebrales fundidos en un mar de sangre reseca con restos de piel, pelo, uñas, intestinos, corazones y demás productos de casquería. Los grilletes que aprisionaban sus muñecas y tobillos los habían lacerado de tal forma que casi podía sentir como le rozaban el hueso. El pelo de su cabeza, en uno de los lados, estaba apelmazado con una costra que imaginaba que era sangre pero no sabria asegurar con certeza si era suya o de la que salpicaba gran parte de la habitación donde estaba. Intentó llevarse una mano al lugar donde notaba el pelo tirante pero la cadena que sostenia el grillete se tenso antes de que alcanzara su objetivo quedándose colgada a medio camino.

Aun no sabía como había llegado allí. A pesar de su embotamiento había intentado hacer memoria con todas sus fuerzas pero el último recuerdo que permanecía en su cabeza era el estrecho callejón que todos los días cruzaba cuando volvía a casa desde el trabajo. A partir de ahí sólo una oscura laguna habitaba en su recuerdo. Se concentró en busca de alguna pista de porqué estaba atado, cual había sido su error, que es lo que había hecho para terminar así, pero la única respuesta que le devolvió su cerebro fue el silencio, un silencio tan frío y negro como el lugar que estaba. En ese momento notó la humedad, una humedad que le calaba todo su pantalón. Comprendió que se había orinado encima y no lo había notado hasta entonces.

Un gruñido constante apenas audible reclamó su atención en el lado más oscuro del lugar donde estaba. Intentó aguzar la vista, pero no conseguía ver nada. La negrura del sitio ocultaba prácticamente todo. Su rango de visión era de unos cinco metros escasos. Ese ruido constante apoyado a un tintineo de cadenas lo ponía nervioso. Intentó ponerse de pie para defenderse de lo que podría atacar mientras una oleada de terror hacia lo desconocido que le aguardaba al otro lado le erizaba cada unos de los vellos capilares de su cuerpo. No lo consiguió, las piernas las tenía entumecidas, le hormigueaban, pinchaban y,cuando las intentaba mover, las fuerzas le flaqueaban y caía de nuevo. Con mucho esfuerzo consiguió colocarse de rodillas como un animal, pero aquella postura le hacía sentir aun más débil e indefenso.

Otros gruñidos despertaron al oír el primero y una sinfonía de tintineos y gruñidos comenzaron a sonar por todos los lados donde no le alcanzaba la vista. Miraba de un lado a otro sin comprender que sucedía. Sin bajar la vista ni dejar de escrutar la oscuridad que amenazaba con devorarle buscó algo a su alrededor que le sirviera de arma. Encontró un hueso largo de escaso medio metro que bien podría ser de un fémur de algún otro que hubiese habitado el mismo lugar donde estaba en otro tiempo y cuyo destino había sido el mismo que él afrontaría en no mucho a no ser que hiciera algo para cambiarlo. Se fue yendo hacia atrás buscando con el tacto la pared que irremediablemente debería de aparecer en algún momento a su espalda y donde, si la intuición no le fallaba, estarían enganchadas las cadenas. Tras unos segundos que le parecieron interminables llegó al muro que delimitaba el recinto. Un conjunto de fríos ladrillos de piedra se levantaban, detrás de él, en vertical hasta un límite que no llegaban a alcanzar sus ojos. El contacto con ellos le reconfortó. Ya no tenía nada que temer a su espalda. Todo lo que pudiera ocurrir de una forma u otra le tendría que llegar de frente o de los costados, por lo que podría al menos prepararse y defenderse, aunque fuera remotamente, para lo que sucediese. Instintivamente agarró con más fuerza el hueso que tenía en una de sus manos y se colocó a la defensiva, mirando constantemente a un lado y a otro, con la espalda totalmente pegada a la pared. Tanteó a lo largo de la pared para buscar donde se situaban las argollas donde se enganchaban las cadenas. No las encontró. En su lugar unos agujeros del tamaño de un puño se adentraban en la mole de piedra. Agachó la cabeza para mirar por uno de los agujeros para descubrir que podría haber fuera y un tirón de la cadena hacia la pared le hizo levantar la cabeza como un resorte para que no le raspara la cara. Las cadenas se tensaron hasta tal punto que obligaron a pegarse de espaldas contra la pared con un brusco golpe. A causa de este perdió el arma de hueso que llevaba entre las manos.

En ese momento, una luz cegadora inundó su parte de habitación. Un foco situado en el muro de enfrente limitó aún más su ya pobre campo de visión obligándole a entrecerrar los ojos. Las manos en un acto reflejo intentaron levantarse para fijarse en modo de visera y evitar así la luz le deslumbrara, pero era imposible, las cadenas estaban tan tensas dentro de la pared que le impedía cualquier movimiento. Tanto las de las manos como las de los pies. Parecía más una calcamonía, un graffiti o un pegote de chicle pegado que una persona. Notaba como cada ladrillo se le clavaba en cada zona de su cuerpo que estaba en contacto con ellos. Los gruñidos se intensificaron y las cadenas se golpeaban entre ellas y contra el suelo con más furia. Cualesquiera que fueran los que estaban atados en la oscuridad habían despertado súbitamente y pugnaban por liberarse de sus encierros para ir en su encuentro y con toda seguridad acabar con él. Otra vez el pavor inundó su cuerpo. Un sudor frío comenzó a caerle por las sienes y una risa histérica pugnaba por escaparse desde la garganta. Torció la cabeza hacia la derecha para protegerse algo de la luz y, apenas a 3 metros, vio la puerta. Una mole de madera con una abertura cuadrada en la parte superior protegida por cuatro gruesas barras de hierro separaban su infierno de posiblemente un mundo mejor.

-Que irónico tan cerca de una puerta que podría significar tu libertad y a la vez tan lejos ahí pegado a la pared sin poder mover ni tan siquiera un músculo.- Una voz se alzó desde el fondo de la habitación sobre el murmullo y ruidos que momentos antes le habían acojonado.

-¡Quién eres!, ¿Qué quieres de mí?, ¿Qué es lo que he hecho para terminar de esta manera?- Vocifero el apresado.

-Tranquilo Sebastián, es así cómo te llamas o al menos eso indica en tu dni, ¿o prefieres mejor Sebas? - Sin esperar respuesta siguió hablando- Yo prefiero Sebas, es más corto y más familiar. Un consejo, por tu bien, no te excites, ¿no ves que los incitas aún más? No quiero que esto termine antes de haber siquiera comenzado.- Los gruñidos de las criaturas se habían hecho más fuertes. El roce de las cadenas contra el suelo en un intento vano por avanzar rebotaba en cada una de las paredes produciendo un eco que llegaba a ser casi ensordecedor. -Shhh, quietos, ya os llegará vuestro momento. No os impacientéis...- La voz desconocida aunque alta y fuerte sonó paternal al dirigirse a los seres permanecían en la oscuridad.

Al momento la luz se apagó y la oscuridad volvió a inundar toda la habitación. Un leve pinchazo apenas visible, como la mordedura de un mosquito le alcanzó el cuello. El mundo empezó a desvanecerse. Los párpados comenzaron a ser demasiado pesados y como las persianas a la llegada de la noche comenzaban a bajarse para cerrase y ocultar el interior. Los ruidos que momentos antes perforaban sus tímpanos se iban atenuando y los sentía cada vez más y más lejos. Las cadenas se aflojaron de golpe, un ruido sordo retumbo en la habitación haciendo añicos los huesos donde cayó el cuerpo a plomo y el mundo se apagó de nuevo para Sebastián.

Al volver a despertar algo había cambiado. Aunque todo parecía ser igual la sensación de que algo diferente alertaba sus sentidos. El conjunto de cadáveres descarnados esparcidos a diestro y siniestro se mantenía en el mismo lugar, igual que el ambiente podredumbre, los restos de sangre seca y casquería, las cadenas en cada una de las extremidades, pero los gruñidos se oían más cercanos y la oscuridad era más palpable. Prácticamente estaba en penumbra. Casi podía notar el aliento que emitían aquellos seres. ¿ Les habían soltado tanto las cadenas para que se acercaran de aquella manera a él, o era él el que había sido acercado de aquella manera?

-Oh, mierda. ¿Qué coño ha sido eso?- Retrocedió rápidamente hasta encontrar la pared y encogió todo el cuerpo para protegerse.  Algo le había rozado un pie. Buscó a su alrededor por si había algo que le pudiera servir de arma como el  fémur que había encontrado en un principio, pero en a nueva ubicación todo a su alrededor,aparentemente , había sido limpiado. Sólo le habían dejado una calavera que se le deshizo en las manos.  La carne de gallina viajó por todo su cuerpo comenzando por sus brazos erizando cada uno de los  pelos de su cuerpo y se preparó para los últimos instantes de su vida.

-¡Que coño es lo que hay ahí!¡ Contestad! El de antes, el de la voz,¿ con que estoy?- Se quedó unos segundos en silencio por si alguien le contestaba, pero lo único que se escuchaba era lo mismo que había sonado todo el tiempo que había permanecido consciente, gruñidos y ruidos de cadenas arrastrándose por el suelo.

Cuando ya no esperaba que alguien le hablara la voz volvió. Esta vez, con diferencia a la anterior que sonaba fuerte pero lejana, se había acercado de una manera tan plausible que la notaba a un lado casi tan cerca como aquello que le rozó el pie.-¿Te gusta la nueva compañía? He pensado que sería mejor que te acercaras a tus compañeros de celda con tal de que os vayáis conociendo, si no te importa, claro está.

-Quiero salir de aquí. Me da igual quien coño sean los que están a mi alrededor. Sólo quiero saber porque estoy encerrado en este sitio y cuando me vas a dejar libre. - Sebas  tironeó de las cadenas fuertemente intentando liberarse y el sonido despertó a los acompañantes que volvieron a intentar acercarse a él  parecían haberse sumido en un pequeño trance con un movimiento continuo parecido a una nana .

-Mmmm, no te creas que es tan fácil explicarte el motivo por el que has sido escogido pero, como todo a su tiempo, se te explicará. Tu segundo deseo es mas difícil de cumplir, no se si tus vecinos querrán perder tu compañía así como así. Creo que les has gustado demasiado para dejarte escapar. -Una sonrisa silenciosa  se le escapó al interlocutor, pero oculto como estaba, Sebas ni siquiera se enteró Se encendió de nuevo la luz y una enorme habitación se descubrió frente a sus ojos.

A cierta distancia, pero tan cerca que si estiraban una mano prácticamente le podían  tocar, había 3 seres aparentemente humanos, cadáveres, pero humanos.  Dos hombres y una mujer que parecían haber salido de directamente de un cementerio. Eran más desechos orgánicos que personas. Su carne putrefacta se mantenía  pegada a los huesos de una forma inverosímil.  Su color era tan negro que debería haberse desprendido completamente tiempo atrás. En muchas zonas la carne putrefacta había desaparecido dejando el hueso, que inicialmente protegían, al aire. En otras, las heridas abiertas e infectadas estaban llenas de parásitos blancos  iban apareciendo y desapareciendo por los agujeros que formaban mientras se alimentaban de esos desperdicios y se retorcían. Un gusano jugaba al escondite constantemente por uno de los agujeros que anteriormente habían formado la nariz de la mujer. Uno de los hombres  abrió la boca para emitir un gruñido y la lengua era un nido de bichos blancos retorciéndose para todos lados.  Las nauseas golpearon su cuerpo haciendo que  se doblara y provocando una arcada que le llenó la boca de un líquido agrio y algo viscoso, bilis . Una visión infernal era la que tenía delante. Había muerto y descendido al inframundo. Eso es lo que le esperaba para toda la eternidad y el que le hablaba era el mismísimo diablo o uno de sus más fieles servidores.

-¿Esto es el infierno? Sí eso es lo que debe ser. He muerto y esto es lo que me aguarda para toda la eternidad.- Dijo Sebas con un hilo de voz mientras terminaba de expulsar la saliva que le había producido la bocanada de bilis.

-¿El infierno?, ¿ crees que esto es el infierno, Sebas? Podría ser, sí pero me parece que estás algo confundido. Nada mas lejos de la realidad. Esto es el presente y la vida real. Aunque quizá tu mente tiene parte de razón. Es posible que ya estés muerto y no te hayas dado cuenta.

- Sí eso es lo que debe ser. Estoy muerto como ellos pero por ahora mi conciencia se resiste a asimilarlo. - Se dijo así mismo.

- Entonces esto es lo que me espera para siempre .¿ Ellos que son? ¿zombies?¿Es en lo que me voy a convertir?.- Le pregunto al interlocutor desconocido.

-Zombies, muertos vivientes, caminantes, no muertos..., como quieras hay miles de formas de nombrarlos y todas diferentes. Nosotros los "bautizamos" como  PRONOM, pero tú llámalos como quieras, en realidad es lo mismo, simples maneras de  relacionar a una raza diferente, como nosotros nos diferenciamos llamando negro, blanco, amarillo..., a los que son diferentes a nosotros. Al final el nombre no importa, lo importante es la esencia.

- Por lo que al final los zombies existen. No es cosas de series ni películas. ¡ Joder!, la ciencia siempre supera a la ficción. Entonces tengo que esperar a que me muerda ,o que me inyectéis un virus, o con el simple hecho de respirar el mismo aire que están respirando ellos me infectaré y moriré, entonces volveré a despertarme siendo uno de ellos. Es así como funciona, ¿no?.- El  tono de sebas era ya menos histérico.  Había aceptado la realidad en la que estaba y dejado de luchar por liberarse del encierro. Sus brazos se habían caídos permaneciendo quietos y las cadenas apenas se movían.

- No, exactamente así no funciona. Eso sólo pasa en series como The Walking Dead o películas como El Amancer de los Muertos. En la vida real es todo más complejo.  El cerebro se va degradando poco a poco y notas cómo tus funciones vitales e instintos se van deteriorando hasta quedarte con los más simples y básicos para sobrevivir. Pero no mueres, no como se ha entendido la muerte desde el comienzo de la humanidad. Aunque lo puedes considerar una muerte en vida ya que tu vida tal y como la conoces ahora mismo va a desaparecer. Todos tus recuerdos, tus vivencias, tus amigos van a ir desapareciendo y en su lugar va a aparecer una  sábana blanca en la cual nosotros vamos a grabar tu nueva identidad...

- Pero los zombies no responden a nada. Se guían por el hambre y el olor a carne fresca. No obedecen a nadie y no son capaces de tener voluntad propia. Solo se mueven en ordas cuando encuentran alimento sin orden ni concierto.

-Otra vez con las series, películas  y demás ficción. Desde hace mucho tiempo el hombre ha deseado controlar a voluntad a los demás seres humanos para que hagan lo que él quiera. Al principio se crearon los esclavos. Les quitaron la libertad, la educación, la posibilidad de elección y prácticamente todo. El problema es que no consiguieron controlar su voluntad, ni sus deseos, ni, lo más  importante, su mente. Así que al final esta opción de control del ser humano se resquebrajó como  un cristal y terminó por desaparecer.  Más tarde apareció el vudú y con él nuevos zombies, que han llegado hasta nuestra época en zonas como Haití y de donde la mayoría de las series, películas y novelas han sacado la moda de que deben morir y levantarse de su tumba. Estos nuevos zombies se crean drogando a todo ser que se busque para este fin hasta que quedan inconscientes y prácticamente muertos. Una vez en esta situación son dados por muertos y, por supuesto, enterrados. Al terminar los efectos de esas drogas que les inocularon estos cadáveres despiertan levantándose ellos mismos de sus tumbas o son liberados por aquellos que les introdujeron en sus nichos. La falta de oxígeno los convierte en seres maleables y sin voluntad propia, cosa conveniente, pero con escaso nivel de aprendizaje y apenas controlables por lo que también, en su momento, desechamos esa opción. Por último la mas reciente creación de zombies que el mundo ha tenido conciencia, hasta ahora, es la lobotomía. En las primeras decenas del siglo XX se puso en auge esta práctica. Con la excusa de que se curaban enfermedades como la esquizofrenia, autismo, bipolarismo..., simplificando locos en general, se llevaron a cabo miles de estas operaciones en Estados Unidos y Gran Bretaña. La operación consistía en trepanar una o varias partes del cráneo para cortar ciertas zonas de cerebro, las cuales se identificaban, teóricamente, con los lugares donde se alojaban estas enfermedades y así liberar al paciente de su mal. Pero se  escondía el verdadero sentido de estos procedimientos, que era crear seres a los que se pudieran manejar a voluntad. Al principio se creyó que iba a ser la solución definitiva pero lo que sucedió en realidad era que los pacientes terminaban prácitcamente siendo vegetales. Sí se les quebraba la voluntad, pero carecían de un mínimo de control de sus actos, había que alimentarlos, limpiarlos y cuidarlos como si de un niño pequeño se tratase, por lo que al final se abandonó quedándose en el olvido y se buscaron otras fórmulas con resultados similares hasta el día de hoy. Como ves hemos encontrado la solución. Unos seres que se guían por un hambre insaciable, de ahí todos los huesos que ves, pero capaces de tener un cierto sentido de sumisión y aprendizaje.  Las perfectas máquinas de matar del siglo XXI sin miedo a la muerte ni piedad, porque no saben que son ni una cosa ni la otra. Y como no puede ser de otra manera, capaces de infundir un miedo terrible a la humanidad.- Nada mas terminar de oírse la voz, los cuerpos que tenia a los lados comenzaron a moverse  y a producir sonidos  guturales que volvieron a recordar a Sebas que no estaba a salvo.

- Estáis haciendo  un ejército zombie. El apocalipsis se hace real por momentos. Y yo voy a ser uno de ellos. No hay solución. Me convertiré en un despojo humano a menos que haga algo. Pero, ¿Que puedo hacer?¿Como me puedo librarme de este destino?- Se fijo en los ojos de uno de ellos estaban completamente abiertos, los parpados no se movían, no necesitaban refrescarse con una nueva película de lágrima ni protegerse del polvo ni cualquier agente externo. Sus pupilas no reaccionaban a la luz, el iris no se distinguía, todo era negro en ellos, la oscuridad de una muerte en vida los tenía atrapados. Sus miradas eran una mezcla de un apetito insaciable y  una rabia incontenible. El miedo recorrió en una décima de segundo cada centímetro de piel llenando de terror cada rincón de Sebas.

- No tienes salvación. Dentro de unas horas seras uno más. Ya se te ha suministrado la última dosis. La historia te recordará como uno de los primeros pronom que existieron. Por lo que al menos pasarás a la posteridad, no quedaras relegado en el olvido como miles y miles de personas que han vivido y vivirán teniendo una vida tan insulsa como la tuya hasta ahora. Así que al final me tendrás que agradecer lo que acabo de hacer por tí. ¡Te he rescatado de una vida mediocre para darte la inmortalidad!.  Jajajajja- Después de esa risa que retumbó por todos los rincones de aquella cárcel la luz volvió a desaparecer.

-!Nunca, prefiero la muerte a esto!¡No estoy dispuesto a convertirme en uno de tus experimentos!¡Jamás!- Tras decir esto se arrojó hacia el pronom que tenía mas cerca. El  ser aceptó el regalo con ansia y le mordió en la yugular arrancándole la garganta de un mordisco. La sangre en ese momento salió proyectada a borbotones como un surtidor de gasolina e inundó todo lo que tenía a su alrededor. Sebas  como pudo se separó de él y tambaleándose  cayó en medio de la habitación practicamente muerto. Los zombies excitados con el olor a sangre fresca movieron sus cadenas y se avalanzaron hacia el cuerpo que yacía tumbado boca arriba  en el suelo. Uno de ellos a mordiscos  le consiguió abrir el abdomen  introduciendo su cabeza dentro. Otro se estaba alimentando de la parte interna de sus muslos por donde la sangre fresca manaba sin cesar. Mientras que el último intentaba comerse los ojos que permanecían abiertos.

La mente de Sebastián se fue apagando como una vela que ha consumido prácticamente su mecha al fundir toda la cera que la protege y dilata su vida.  Los espasmos que preceden  a la muerte se fueron espaciando hasta que todo acabó. Sebastián  desapareció como  una tormenta de verano y su recuerdo duro lo que dura un trozo de carne en una jaula de leones hambrientos, un suspiro. Al final de él no quedo nada, sólo los huesos y trozos de carne aislados que  formaban parte de la heterogénea alfombra de la mazmorra donde se investigan el proyecto PRONOM. Los zombies del siglo XXI.

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